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Mucha gente ha jugado con barcos y aviones de juguete durante su infancia. Y su construcción resulta fascinante. Los primeros barcos de juguete suelen estar hechos de madera o chapa metálica y, en algunos casos, cuentan con pequeños motores que les permiten desplazarse en el agua.

Los barcos y barcos de juguete, un poco más sofisticados, funcionan como vehículos reales; por ejemplo, los barcos de vapor de chapa metálica pueden funcionar con una máquina de vapor real. En otros barcos de juguete, la energía proviene de un motor de relojería o de un motor eléctrico a batería, pero la propulsión en sí funciona como en un barco real.

La colección del Museo del Juguete de Estocolmo contiene diversos tipos de soluciones técnicas en los juguetes.

Por ejemplo, un bote de remos propulsado por remos, un barco de vapor con ruedas de paletas y numerosos barcos, botes y submarinos propulsados por hélices. También hay hidrocópteros propulsados por una hélice de avión, así como un barco propulsado por un pequeño motor a reacción Jetex. Sin embargo, una tecnología que no se utiliza en los barcos reales es la que propulsa a los pequeños botes de propulsión. Mediante metatabletas o velas, se calienta el aire y se expulsa a través de finos tubos bajo la superficie del agua, lo que a su vez impulsa las embarcaciones.

Al principio, los aviones de juguete no podían volar, pero sí rodar por el suelo gracias a pequeños motores eléctricos y hélices zumbantes. No fue hasta la década de 1950, con la disponibilidad de materiales plásticos resistentes y ligeros, que los aviones pudieron realmente empezar a surcar el aire. Hoy en día, la situación es diferente, con modelos avanzados de aviones radiocontrolados que pueden flotar en el aire como aviones de verdad.